Muchos de estos servicios podrían ser ofrecidos por empresas particulares, pero en el caso de un estado de bienestar, es el gobierno quien lo hace, generalmente como monopolio, o al menos como proveedor muy dominante.
En una visión tradicional de las funciones de un gobierno, ellas incluirían responsabilidades de protección a la persona y sus propiedades —dentro de una estructura de gobierno de poder dividido en ejecutivo, legislativo y judicial.
Pero en el caso del estado de bienestar, el gobierno es mucho más grande y va mucho más allá al darse a sí mismo la responsabilidad del cuidado total del ciudadano desde que nace hasta que muere. Esta es la frase que quizá más identifica al welfare state: cuidar al ciudadano desde la cuna hasta el lecho de muerte.
Un estado de bienestar no sólo tiene la responsabilidad normal de un gobierno que cuida los derechos de los ciudadanos, especialmente sus libertades (un estado de derecho) —también se adjudica la responsabilidad de brindarle servicios adicionales como seguridad social, vivienda, educación y otros, como pensiones, energía, diversión pública, transporte, guarderías infantiles y otros más, con la idea de que eso logra elevar la calidad de vida de las personas.
La consecuencia lógica de esa ampliación de las responsabilidades gubernamentales y del número de burócratas, es la necesidad de mayores recursos propiedad del gobierno —cosa que requiere necesariamente de impuestos más altos a los que se pagarían dentro de un sistema que no fuera de bienestar.
Los ciudadanos pagan altos impuestos, los que sirven para pagar a la burocracia que después da el servicio al ciudadano, como atención médica o educación.
Un estado de bienestar, por esa característica, es un tipo de gobierno de poder concentrado y muy grande. Por eso muy opuesto a las creencias liberales que sostienen la idea de un gobierno de poderes más limitados y menos costosos.
Los gobiernos de bienestar poseen más poder que los que no lo son por los mayores impuestos que reciben y por ser los principales o únicos oferentes de servicios que piensan son primordiales —son esos gobiernos los responsables del bienestar de sus ciudadanos.
De esa naturaleza surge la crítica que señala la anulación de la responsabilidad personal en el ciudadano, quien la traslada al gobierno a quien exige la satisfacción de necesidades que él debía satisfacer por esfuerzos propios y que al final de cuentas salen de los bolsillos de ellos mismos.
Se afirma, con buena razón, que un estado de bienestar crea ciudadanos inmaduros, irresponsables e incapaces de esfuerzos personales —personas que se vuelven para todo dependientes de la burocracia.
Claramente, hay diversos grados de bienestar proveído por los gobiernos —en el mayor de los extremos se estaría en presencia de un estado socialista cuyo gobierno es el único responsable de esos servicios, pero existen casos menos extremos: en México, por ejemplo, el estado es el mayor proveedor de educación pública y servicios de salud, pero no prohibe que esos servicios sean ofrecidos por otros.
La crítica liberal de esa práctica de servicios concentrados en el gobierno, señala que sin competencia los proveedores tienen escasos incentivos para dar buen servicio y que por tanto los ciudadanos no mejorarán su bienestar como era la intención original —buenos ejemplos de esta crítica es la baja calidad de la educación pública en México, de los servicios de salud en el Reino Unido y en Suecia.
La burocracia que es pagada sin importar la calidad del servicio que presta, naturalmente, atiende de mala manera al ciudadano.
La motivación central del estado de bienestar es altruista y poco realista —desea lograr que los ciudadanos a los que se gobierna posean un mínimo aceptable de bienestar personal material y en esto es igual a cualquier otro tipo de gobierno democrático.
Pero difiere grandemente de los sistemas liberales por las estrategias que emplea, basadas en la acumulación de poder y recursos que redistribuye a su criterio por medio de los servicios proveídos. Un gobierno liberal haría lo opuesto, dejar que los ciudadanos tengan la libertad y la responsabilidad de esos servicios.
Es decir, para entender al Estado de Bienestar, ayuda el comprender la idea de un gobierno que, preocupado por el bienestar de sus ciudadanos, opta por tomar un papel activo en la oferta de servicios que son considerados como esenciales a la persona, por ejemplo, la atención médica o la educación —pero esa preocupación resulta en impuestos altos y servicios de mala calidad.
El punto crucial es distinguir entre las dos decisiones que un gobierno puede tomar al respecto; manifestando dos gobiernos su preocupación por el progreso de sus ciudadanos, uno de ellos puede optar por dejar a la iniciativa personal la oferta de servicios de todo tipo, mientras que el otro gobierno puede decidir ofrecer él mismo esos servicios considerados como vitales.
PARA PODER ENTENDER MEJOR QUE ES EL ESTADO DE BIENESTAR ENTRE A LA PAGINA:
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