Las razones de esta postura se encuentran en que la democracia liberal representaba los valores de los vencedores de la Primera Guerra Mundial y por otro lado el movimiento obrero tenía como referente a la reciente Revolución bolchevique.
Exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo. Utiliza hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder en el que se concentra todo el poder. Aprovecha los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de forma irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población. Es expansionista y militarista, utilizando los mecanismos movilizadores del irredentismo territorial y el imperialismo que ya habían sido experimentados por el nacionalismo del Siglo XIX.
El Fascismo debe en todo caso ubicarse de manera histórica, y no sintomática, como un movimiento ideológico que desapareció tras la caída de la Alemania Nazi y la rendición de Italia.
Dando como resultado una expansión tanto del socialismo, como del capitalismo, que posteriormente daría paso a guerra fría, que fuera del aspecto racial, era una contraposición de ideologías.
Pues estos movimientos de clases son popularizados durante y posteriormente a la guerra fría, además de ser la izquierda una definición ligada al socialismo, mientras el Fascismo es una contraposición al mismo, es claro que la definición misma de izquierda y derecha están presentes ya desde la Guerra Civil Española.
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